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El hambre emocional

  • todoescomer
  • 6 mar
  • 3 Min. de lectura

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Las emociones negativas como el estrés, la ansiedad y la ira o las emociones positivas pueden afectar a la cantidad y elección de los alimentos que comemos. Esto se conoce como hambre emocional.

Existen diferencias entre el hambre emocional y el hambre físico. El hambre emocional aparece de repente, mientras que el hambre física tiende a desarrollarse gradualmente en el transcurso de unas pocas horas. El hambre emocional causa antojos muy específicos, mientras que el hambre físico puede satisfacerse mediante una amplia variedad de alimentos. Cuando se satisface el hambre emocional, se suelen sufrir sentimientos de culpa a posteriori y estas emociones negativas puede llevar a una mayor ingesta de comida.

En la alimentación emocional a menudo ocurre que ciertos alimentos están asociados a ciertas emociones por lo que suelen consumirse por costumbre en vez de por hambre. Los alimentos también pueden actuar como distracción para no tener que lidiar con conflictos emocionales o ansiedad.

También se puede aprender a comer emocionalmente. Si a un niño le dan dulces como recompensa por su buen comportamiento o helado cuando está triste, puede comenzar a asociar estos alimentos con ciertas emociones y continuar con este patrón hasta la edad adulta.

El estrés puede cambiar tanto el apetito como la elección de alimentos. En un estudio realizado sobre mujeres estudiantes universitarias, más del 80% informó de un cambio en el apetito cuando estaban estresadas. Y de ellas, más del 60% reportó una aumento del apetito. También hubo cambios en la elección de alimentos. En condiciones normales sin estrés, el 80% de estas mujeres informó haber elegido alimentos saludables. Pero esta cifra cayó notablemente, a alrededor del 30%. cuando estas mujeres experimentaban una situación de estrés, empezando a elegir alimentos como chocolate, helados y pasteles y a su vez disminuyendo la variedad de alimentos que comían.

En otro estudio, se realizó un seguimiento de las elecciones de alimentos de los estudiantes universitarios a lo largo de un semestre. A medida que el semestre progresaba y presumiblemente el estrés aumentaba, los estudiantes cambiaron progresivamente su alimentación de saludable a no saludable.

Cuando estamos estresados, nuestro cuerpo libera cortisol, la hormona del estrés de manera que es probable que comamos alimentos denominados reconfortantes, ricos en grasas y azúcares y gracias al consumo impulsivo de éstos es fácil aumentar de peso.

En ratas estresadas experimentalmente en laboratorio, se ha observado un aumento del consumo de azúcar, justo como vemos en algunos humanos. Pero cuando se mide la respuesta fisiológica en estos animales tomando muestras de sangre para detectar los niveles de cortisol y se estudian todas las regiones del cerebro que se sabe que están implicadas, las ratas que han consumido azúcar muestran una respuesta al estrés reducida en comparación con a las ratas que no lo han hecho. Esto sugiere que puede haber mecanismos cerebrales que son sensibles a la efectos gratificantes o nutricionales del azúcar y que podrían actuar para suprimir la respuesta al estrés. Actualmente en neurociencia se están investigando los vínculos entre las vías cerebrales activadas por alimentos ricos en azúcar y grasa y las vías que controlan la respuesta al estrés.

Es importante considerar cómo el estrés puede influir en las personas que han tomado la decisión consciente de ponerse a dieta para perder peso. ¿Podría darse el caso de que el estrés asociado con una tarea tan difícil como hacer dieta pueda dificultar la tarea? En un estudio con ratas, los animales engordaron al estar expuestos a alimentos ricos en grasa y azúcar. Después de varias semanas, estos animales fueron sometidos a una dieta más baja en calorías y más saludable de manera que comieron menos, presumiblemente porque no sabía tan bien, y perdieron peso. Pero estas ratas mostraron cambios en las regiones del cerebro que controlan el estrés, lo que sugiere que el acto de hacer dieta puede ser intrínsecamente estresante.

En definitiva, el estrés puede impulsarnos a elegir alimentos poco saludables. Es probable que engordemos. Si engordamos intentaremos ponernos a dieta. La restricción de alimentos en si es un factor estresante, de manera que lo difícil de hacer dieta puede volverse aún más difícil debido al estrés de la propia dieta. Es por ello que fracasan las dietas de adelgazamiento.




Amy Warnock Neuroscienst PhD. University of Edimburgh

   


 
 
 

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